Las tres familias de Florida
Entrevista a Tadasy Nakao, Kumiko Yunaka y Yoania Ymura
por Miharu M. Miyasaka
Mi universidad en Canadá estaba en una ciudad llamada London, los muchos hispanohablantes del lugar siempre la llamaba así, London, nunca Londres, la traducción siempre se reservaba para la capital británica. En ocasiones, sobre todo en inglés y sin un contexto de referencia claro si alguien no especificaba que estaba hablando de London, Ontario, se podía pensar que se hacía referencia a la del otro lado del Atlántico, me pasó en una ocasión que solo al final de una conversación la otra persona se dio cuenta de que yo hablaba de London, Ontario, no de London, Inglaterra. La primera vez que hablé con Tadasy Nakao, ella me hablaba de «aquí en Florida» donde vivía con otras dos familias de ascendencia japonesa, yo pensaba en la de Estados Unidos, no tardé mucho en reconocer mi error y mi desconocimiento de que también existe la de Cuba, en ambas Floridas hay descendientes de japoneses. En esta ocasión pude conversar con Tadasy Nakao, Kumiko Yunaka y Yoania Imura, para conocer las historias de las tres familias nikkeis que viven en una municipalidad de la provincia de Camagüey llamada Florida.
Kumiko
Le cambia el tono de la voz cuando habla de los encuentros de la colonia a los que iba desde que tenía cinco años a principios de los 60, hay mucha nostalgia en sus memorias de los viajes a La Habana para la conmemoración del día de los difuntos y a la Isla de Pinos para aquellas celebraciones en las que los nikkeis «cantaban y se vestían con ropa tradicional». Fueron también los tiempos de su infancia en familia, con sus padres y sus tres hermanos, a quienes no ha visto desde hace más de cuarenta años, ellos partieron para Japón a mediados de los 70 y Kumiko, entones una adolescente, decidió continuar su vida en Florida. No ha habido más correspondencia entre ellos desde hace varios años. Ella no habla mucho de esa ausencia, tiene una fortaleza de carácter que no revela mucho de lo que siente, me cuenta que se le ha quedado el carácter de sus padres.
Sus abuelos se llamaban Kiyoshi y Kumayo Yunaka, no recuerda bien de qué parte de Japón eran, piensa que tal vez de Nagoya, de ahí provenían las cartas que le enviaban sus padres, otra posibilidad es la prefectura de Tottori, según he podido investigar. Emigraron a Cuba en la década de 1920 y se asentaron en Florida, Camagüey, donde inicialmente tuvieron una barbería «que duró muy poco [y que] retomó otro japonés que vivía en la barbacoa de la casita de abuela», Kumiko también recuerda que a la barbería le siguió el negocio de una joyería-relojería que tuvieron en la calle Presidente Gómez, hasta que la nacionalizaron en los años 60. Su abuela regresó a Japón a finales de esa década, quería morir en su tierra natal, donde falleció a finales de los 80. Su abuelo estuvo internado en el Presidio Modelo durante la Segunda Guerra Mundial, en esos años de encierro mantuvo contacto con la familia en Florida a través de correspondencia; a su padre lo enviaron a Japón a los diez años, y regresó a Cuba debido a los problemas de salud del abuelo de Kumiko, a quien ella no conoció, pues murió a mediados de los años 50 antes de que ella naciera, de su abuela, con quien vivió hasta que esta regresara a Japón, recuerda que era «buenísima y de buen carácter».
De la época de su infancia junto a su familia guarda muy gratos recuerdos de las visitas a la comunidad japonesa de la Isla de Pinos, de sus tradiciones y en especial de Mosaku Harada, un «viejecito muy dulce, siempre riéndose» y muy atento con todos. De los viajes a La Habana me habla de lo mucho que les gustaba a los más pequeños como ella jugar en los terrenos de la Residencia del Embajador de Japón, a donde iban después de la peregrinación al Panteón de la Colonia Japonesa, y que «los mayores reían mucho, hablaban mucho, todo en japonés». Y que las actividades siempre comenzaban con alguna película japonesa, recuerda las de Toshiro Mifune y, como si se la supiera de memoria, El arpa de Birmania (de Kon Ichikawa), la tenía muy fresca en la memoria, «¿tantas veces la vio?», le pregunto en broma y ella se echa a reír en complicidad, fueron muchas veces.
Tadasy
Los descendientes de Sunao Nakao parecen una representación de la inmigración japonesa a Cuba, viven o han vivido en todas las regiones de la isla, en las zonas oriental, central, occidental y hasta en el municipio especial: en Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey, La Habana y en la Isla de Pinos. «Somos naturales de Banes, Holguín, mi abuelo Sunao llegó a Cuba en abril de 1925 por el puerto de La Habana, desde Yokohama, aunque nació en Kumamoto. Vivió y trabajó en Camagüey hasta 1932, en el antiguo Central Baraguá [hoy Ecuador], de ahí se mudó a Banes y conoció a mi abuela, se casaron y tuvieron siete hijos, de los cuales mi papá es el menor, él no conoció a mi abuelo porque nació unos meses después de que falleciera en octubre de 1954. Mis tíos fueron los que ayudaron a mi abuela en la crianza y educación de mi padre.
Mi abuelo tenía un primo llamado Kanjiro Matsumoto, cariñosamente le decíamos tío Antonio, él se casó con una hermana de mi abuela, tía Totó; tío Antonio era el “ultrasonido” de la familia, siempre les hacía preguntas a los futuros padres, sacaba unas cuentas y te decía si el bebé sería niña o niño, resulta que yo iba a ser niño y me iba a llamar Siroto».
«Mis padres se mudaron a la Isla de la Juventud cuando yo tenía un año, mi tío Mitul vivía allá. Recuerdo con mucho cariño las reuniones en casa de Harada, que venía siendo como el papá y el abuelo de todos nosotros, recuerdo sus relatos sobre el tiempo en el presidio durante la Segunda Guerra Mundial, de cómo se apoyaban los unos a los otros, y eso me marcó para toda la vida, porque los nikkeis tenemos eso, no importa cuál sea tu apellido o de dónde vienen tus padres y abuelos, somos una gran familia que se apoya y se ayuda, y eso lo descubrí en la Isla, parte de lo que soy se lo debo a esa comunidad, aunque me fui de allá con siete años guardo recuerdos maravillosos de esa etapa de mi infancia.
Mis padres se mudaron a Camagüey en 1994, aquí hay una leyenda que dice que si tomas agua de tinajón te quedas en Camagüey, y yo creo que nosotros nos bañamos en uno. Florida nos abrió sus brazos y nos acogió como unos hijos más, por aquel entonces el señor Yamagushi, ya fallecido, estaba al frente de la colonia japonesa a nivel regional; antes de salir de la Isla de la Juventud, recuerdo que Harada se comunicó con él y le dijo que nosotros nos mudábamos para acá (como buen padre que entrega a un hijo para que lo cuiden y velen por él), y los señores Yamagushi e Ymura contactaron a mi papá, y así comenzó nuestro vínculo con los nikkeis camagüeyanos. En Florida somos tres familias: los Yunaka, Ymura y nosotros, y aunque no nos visitamos muy a menudo, sabemos que estamos ahí, los unos para los otros, como una gran familia».
Yoania
«El nombre de mi abuelo era Tamatsu Ymura, nació el 12 de junio de 1898, en Kumamoto, y emigró a Cuba en el año 1924 con 26 años, dejando allí a su familia, su esposa y un hijo. En Cuba contrajo matrimonio con la señora cubana Ana Más Amores, con la cual tuvo dos hijos: Isidro y Florentina. Entre sus descendientes quedamos tres nietos: mis dos primos y yo».
Según Yoania, su abuelo siempre escribió su nombre con Y, en lugar de Imura, algo que me pareció muy curioso pues en Cuba todos los apellidos japoneses similares se escribieron con I, como los casos de Imamura e Ishikawa, entre otros, pero ella me explica que no fue un error y me muestra que ya en el Registro de Extranjería su abuelo firmaba como Ymura, algo que me pareció muy singular. Él adoptó un nombre hispano, en su caso Roberto, una práctica que siguieron muchos japoneses por obligación al inscribirse en Cuba o por motivos personales.
«Su ocupación en Japón era contador y artesano, pero en Cuba se dedicó a comercializar y años más tarde se desempeñó en la venta de billetes». Yoania me muestra una foto en la que aparece su abuelo vendiendo frutas, refrescos y helados, aunque no recuerda si es de su etapa en Florida, pues su padre le contaba que su abuelo también había estado en Sagua la Grande, en Villa Clara.
«En el año 1943 fue enviado al Presidio Modelo, al campo de internamiento de Isla de Pinos, fue puesto en libertad en enero de 1946. En ese entonces mantenía correspondencia con Japón, pero pasado el tiempo no hubo más contacto, sus hijos y nietos nunca hemos tenido ninguna información sobre sus familiares. Tenía un carácter muy tranquilo y era una persona muy sencilla e inteligente, se reunía muy a menudo con otros japoneses amigos, juntos practicaban sus artes marciales y se ayudaban mutuamente. Murió en 1971 a la edad de 73 años».
Tras el fallecimiento de su padre Isidro en el 2005, Yoania quedó como la última descendiente del apellido Ymura en Cuba, su tía paterna, Florentina, y sus dos primos viven en Miami. Me llamó la atención esa conexión espacial de su familia, caí en la cuenta de que los descendientes del inmigrante japonés Tamatsu Ymura viven en las dos Floridas y pensé, como dice la frase, que no es lo mismo, pero es igual.
«Los camagüeyanos o una parte de nosotros»
Así me describe Tadasy la foto de un encuentro de descendientes camagüeyanos en octubre del 2017, según me explica, era el primer reencuentro después de muchos años.
Tadasy no conoció a su abuelo y no sabe muchos detalles de esa parte de su historia familiar, sin embargo, tiene mucho entusiasmo por la comunidad de descendientes de japoneses y en particular por la de Camagüey, de la que siempre me habla con mucho orgullo. Me cuenta que «quería incluso hacer una página web y propuse que el nombre fuera “Los hijos del crisantemo”, y en esa página recoger las historias de las familias camagüeyanas, que somos unas cuantas, recuerdo que entre Seiichi Morikawa y su hermano diseñaron el logo que nos identificaría, pero al final todo quedó en eso, en mis sueños». Cuando yo la contacté para que me contara sobre su abuelo enseguida me habló de las otras dos familias de Florida, a quienes trata de visitar cada vez que puede, muy dispuesta a conectarme con las historias de otros. Por eso pensé en una entrevista compartida entre las familias Yunaka, Ymura y Nakao, cada una tiene una historia particular, pero también comparten una colectiva, y otra que queda pendiente de contar, la de la comunidad de Camagüey.
© Miharu M. Miyasaka 2021
Todas las fotos son de los archivos familiares de las entrevistadas ©cubanonikkei.com
Agradecimientos a Tadasy Nakao, Kumiko Yunaka y Yoania Ymura.